Autor: Franco Barberón
La mano no lo sabe.
Todo poema trata de ser
un robo legítimo del mundo.
y el mundo se disfraza
dejándose robar
en rincones de lluvia sin la lluvia,
en palabras de amor sin las palabras,
en un mundo sin mundo
y con el mundo,
llegando al desencuentro de sí mismo
que seduce en sus formas.
Pero la mano ajena
no piensa en la posibilidad de la palabra.
Y el ojo ensaya
la distancia que media entre las cosas.
En esta noche
la mano no lo sabe
y se roba de sí misma el arrebato.
En la mano
está el silencio cayendo a los espacios.
El poema
nace en un desencuentro y vive en otro.
Estoy volviendo
desde el fondo de una caricia.
Ese fondo de tiempo o de palabras
con que tantas lluvias
trataron de mojarnos de mundo.
Esa calle de ciudad
desenfundada por tus pasos.
Esa forma de traducir la distancia
que se pasea frente a la ventana.
Hoy es noche
y esta noche es tan amplia
que el mundo está en subida.
Bajo tu ausencia
mi silencio es la síntesis de tus manos.
La sombra de la lluvia
nos besa la ventana con su boca de sola.
Nos encuentra inconclusos
con exactas miradas de locura.
Entre tu forma rota de domingo
y el geométrico espacio de tu nombre
hay una espera de agua.
Entre mi forma de clavar los ojos
y la brutalidad con que te pienso
hay un exilio de agua.
La mano de la lluvia
pasa a través del mundo y no nos toca.
El desencuentro de la lluvia
olvida un mar debajo de tu nombre
y retiene caricias
del otro lado del encuentro.
La tarde siendo testigo de ella
sostiene el revés del horizonte con la boca.
Mientras yo
consigo dormirme
en uno de sus mejores rostros.
Ella siendo testigo de la tarde
espera el atardecer del atardecer
para borrar cada uno de sus nombres
y aprenderlos de nuevo.
Y cada nombre en ella
es un ojo que nunca rebalsa
y ella en cada nombre
es la tarde que se repite a si misma
bajo mis párpados.
En otro idioma
está la tarde en punta
apoyada apenitas
en el ombligo de tu nombre.
Está la tarde apartada de la tarde
tirando relojes,
haciendo muecas en la mañana de una palabra,
goteando puertas en tu nombre
sombras en tu nombre
nombres en tu nombre
La tarde se hace espejo
traduciendo la sombra de mi mano
en la noche de un poema.
Y hay una noche en medio de la tarde
repartiéndose tarde en las ventanas.
Y hay una noche en medio de la tarde
bajo la cual tu nombre es un gato
equilibrándose silenciosamente
entre el filo de la ceguera de un papel
y la noche misma de esta tarde.
La piel de esta noche
está expuesta en la plaza
donde las veredas no regresan nunca.
El aliento de esta noche
lleva tu nombre por consuelo
en su sacrificio cotidiano.
Los ojos de esta noche
están ocultos detrás de cada imagen
donde empujan su sombra y la persiguen.
El tacto de esta noche
son los ojos cerrados
de un silencio en naufragio.
El perfil de esta noche
es una mueca sola
que no se multiplica en los espejos.
La palabra de esta noche
es la sintaxis trunca
de un cigarrillo a mitad de camino.
Y lo que queda de esta noche
es el tiempo apretado del vacío
una metáfora con los pies descalzos
que corre por todas las hojas en blanco.
Más allá del espejo
la mano ensaya el juego peligroso
de recordarme a oscuras.
Sospecho que soy otro desde allá
que no me correspondo con la imagen
y que este pensamiento
sólo está de este lado.
Pienso en vos
y desde allá la imagen no se inmuta
y aquella exacta forma que no soy
no sabe este nosotros.
La perfección de mi del otro lado
tiene un rostro vacío
como la soledad
como el domingo.
Y mientras la tristeza
me levanta distinto de aquel lado
las lágrimas apoyan su humedad
sólo de este otro lado del espejo.